“Fue un milagro que lográramos sobrevivir”, así lo narró Juan Fidencio Rodríguez, quien perdió un ojo y la audición de un oído por la explosión en Celamnía, hoy hace 15 años.
Fue el 09 de septiembre del 2007 cuando un camión cargado con nitrato de amonio de la empresa Orica, chocó de frente con una camioneta marca Lobo y en cuestión de minutos se incendiaron.
Era domingo, muchas familias paseaban por la región, regresaban de los balnearios, otros de algunos merenderos instalados sobre Carretera 30, Fidencio Rodríguez se dirigía a un rodeo, cuando quedó atrapado en el congestionamiento a pocos metros del accidente.
El rumor de unos niños en el accidente los obligó a acercarse aún más, para buscarlos, fue cuando sobrevino la explosión.
“Íbamos al rodeo allá en nadadores, y cuando legamos estaban ahí los muebles parados y pues había lumbre en el tráiler y los mismos señores de la carretera estaban apagándolo y nos arrimamos nosotros también, un señor de ellos perdió su brazo y unos médicos de torreón lo estaban atendiendo”.
“Estábamos buscando a unos niños que estaban en el accidente, y fuimos a buscarlos, cuando vino la explosión y ya no supimos más, pero fue un milagro que lográramos sobrevivir”, así lo narro Juan Fidencio quien perdió un ojo y la audición de un oído por el accidente.
Para Juan Fidencio fue un verdadero miagro que él y sus familiares no murieran aquel día, y aunque perdió un ojo y el oído, está agradecido con Dios por no haber muerto.
“Nos trajeron para acá y de ahí para el seguro, porque salimos de la explosión aun corriendo, a mi hermano solo se le hizo una cortada en la oreja y nosotros quedamos de los oídos lastimados, y nos tocó un milagro. Estoy agradecido con Dios porque estábamos muy cerquita nosotros, nos decían que traía niños, y cuando fuimos a buscarlos y en eso vino la explosión”.
De aquella tragedia se construyó un Obelisco en memoria de los 28 coahuilenses que fallecieron aquel 09 de septiembre.
Celemania fue una noticia a nivel mundial, las principales cadenas televisivas, y medios impresos acudieron al lugar para reportar al mundo, lo que se vivió en una pequeña comunidad a 35 kilómetros de Monclova.
