Las impactantes imágenes de una vieja iglesia y varias casas sumergidas por las aguas coloradas son en realidad restos de la antigua aldea de Geamana, una pequeña región que sufrió las consecuencias de la minería durante los 80’s.
En 1977, el Gobierno había puesto su atención sobre el yacimiento de cobre de Rosa Poieni, por lo cual decidieron construir una mina, sin embargo, para deshacerse de los residuos tóxicos de la extracción, tuvieron que crear un depósito. Siendo la aldea de Geamana un valle con una población de apenas 400 personas, el sitio parecía el lugar correcto para este propósito.
Durante los 80’s, más de 300 familias tuvieron que ser trasladadas a otras localidades, pues pronto, las aguas comenzarían a inundar las casas y edificios de la región.
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Actualmente, hay al menos unas 20 personas viviendo en una zona cercana, a pesar de que el agua literalmente mata las plantas.
Desde entonces, el lago atrae no solo a fotógrafos, sino a ecologistas que tratan de calcular las pérdidas y riesgos vinculados con la tóxica laguna, y según el Ministerio de Medioambiente de Rumania, se necesitan unos 15 millones de euros de inversiones para reparar el daño ecológico en el área.
Por ahora el lago está contenido por un dique, y con cada fuerte lluvia aumenta el peligro para la zona vecina.
